miércoles, abril 12, 2006

Rescate

Hoy desperté, y allí estaba, mirándome como siempre, con sus ojos aguados, brotados de rocío, como cada vez que se acuesta a mi lado y me mira, infinita, buscando respuestas ya sin tiempo.
Como cada madrugada, tomé fuerzas, canciones, estrellas y las puse en sus manos pequeñas. Le conté historias con ojos inocentes y le hablé de mundos de hombres monstruos que atormentaban soles en la infancia. Traté de separar los recuerdos de su piel, de su memoria, de su llanto. Pero ella tomó mi mano, la sostuvo fuerte, me miró y me llevó camino a un mundo oscuro. El aire era denso, húmedo, mis pies se entumecían con cada paso. Podía ver desde lejos hacia donde me llevaba, era un mundo de adultos, de hombres y de sexo. Pronto, nos apretó un umbral tenebroso de ladrillos viejos. Un hombre se acercó y tomó la mano de la pequeña, en los ojos oscuros, de aquel hombre, mi presencia fue sólo humo. Paso a paso nos internó en sus deseos enfermos. La inocencia se desvanecía en esa casa. El aire se me escapaba del cuerpo, me apretaba casi hasta asfixiarme. Adormecida palpé mi desnudez y volví a mi cuerpo. Entonces grité y mi furia comenzó a brotar de recuerdos. Cargué aquella pequeña en mis brazos y comencé a derribar paredes, a golpear puertas, escombros, años viejos pegados como musgo en las paredes. Cuadros impresos del dolor y del llanto caían con fuerza y estallaban en pedazos. El techo se derrumbó sobre aquel hombre y la polvareda fue cal quemando lento el cuerpo y los oscuros recuerdos de
aquel día.