viernes, octubre 09, 2009

A mis amigas con cariño!!!

Cuando una habla de su ser lesbiana, con otra mujer, la mujer que escucha responde, sin que se le haya hecho ninguna pregunta, categóricamente: -¡A mi me gusta muuuucho la poronga!. Excusa perfecta para reafirmar una condición heterosexual indiscutible y focalizada en esa parte anatómica masculina que cierra toda posibilidad de diálogo.

Entonces yo respondo: -¡A mi también!- y esto provoca el silencio propicio para charlar acerca de los gustos, la identidad, la orientación sexual y de lo poco que tiene que ver el gusto por el varón en esto.
Es decir, los varones no me disgustan, pero hay algo que gusta mucho más. Esta afirmación es más difícil de asimilar, puesto que todos esperan que una esté de un lado o del otro, y nunca la posibilidad de ir de un lado a otro.

Definirse es, en este mundo binario en donde hay sólo dos opciones válidas, tomar una y dejarse de joder. Así, dan lugar a que todos acepten que ya no te gusta, o nunca te gustó la poronga.

La poronga hace la división y nos posiciona. Y yo me sigo preguntando: - ¿Qué tiene que ver la poronga con ser lesbiana?

Seré binaria por un momento y tomaré la palabra divisoria: “Concha”
A las que le guste de un lado y a las que no, del otro.
(No vale la respuesta: - A mi no me gusta porque me gusta la poronga”)

Con esta opción, no queda otra que probar y después contestar. Si será válida la afirmación:- “me gusta más la poronga” después de haber probado, todo lo que se quiera y pueda probar claro.

Supongamos que todas salen a probar conchas y tenemos resultados sorpresivos por la cantidad de participantes, muchas se encontrarían con un gusto nuevo, y darían el visto bueno a la concha. Pero esto, hace al ser lesbiana? No sé, pero es una práctica interesante, no?

Si la idea es salir de lo binario, este ejercicio puede aplicarse combinando las identidades de género y sumar a las prácticas a todo el colectivo LGBTI, lesbianas, gays, bi – trans e intersexuales, esta es la única manera de saber que es lo que más nos gusta y que no, si es que haya algo que no nos guste.

Debo confesar que en mis experiencias de probaditas he vivido, y debo afirmar que me ha gustado absolutamente todo, y sin embargo, me siento lesbiana a la hora de estar con quien desee estar, independientemente de su identidad de género.

¿Entonces? ¿Por qué lesbiana? Preguntan mis amigas, a las que aún les cuesta un poco comprenderme. Y es ahí en donde entramos en otra maqueta prediseñadada y que todos la tienen en casa! Sí, allí donde todo se debe definir en la cama, es decir, en la actividad sexual.
¿Y si no se tiene actividad sexual?
¿Acaso sólo nos relacionamos sexualmente?
Parece de manual, pero es verdad que una llega a hacer semejante pregunta.

¿Y el afecto, el amor… qué? Eso es “amistad” incuestionable, pura, casta, sublime.
Y en nombre de ella, el vínculo afectivo que pueda existir entre dos personas que “no” conformen el binario “varón-mujer” queda prisionero en esta palabra de doble filo.

Considero que la amistad es real y existe, incluso entre un varón y una mujer.
Pero tan cierta como la existencia de la verdadera amistad es la amistad que disfraza, esconde “la complicada tensión sexual”
Quien no conozca a alguien que bajo el nombre de “amistad” se haya arrimado demasiado al deseo de besar a su mejor amiga o le haya partido la boca en una noche de locura y frenesí . ¡¡¡¡que arroje la primera banana!!!


En una amistad todo puede suceder. La amistad legitimará por siempre un vínculo entre dos mujeres que puede que nunca llegue a más que a la negación de que se puede ir más allá.

Es cierto que mucho cuesta llegar a lo sexual cuando se es amiga, porque eso implica otra historia, cruzar aguas peligrosas, correr riesgos, pensar en perderlo todo, asumirse lesbiana por el sólo hecho de desear a tu mejor amiga con quien la intimidad tiene difusos límites.

Entonces me sigo preguntando por qué es tan automática y tan contundente la necesidad de poner por delante el gusto por las partes masculinas del varón. Aún después de andar a los besos con la mejor amiga.

No puedo afirmar que todas las lesbianas nazcan de los besos amparados por la amistad.

Pero si que la amistad es centinela y testiga del nacimiento de lesbianas, en la mayoría de los casos.

Algunas dicen haber nacido lesbianas, otras se resisten a nombrarse pero lo son con sus cuerpos. Otras nacemos en el seno de la amistad.

Las lesbianas somos diversas, y las respuestas de nuestro origen siempre van a ser diferentes, aunque la pregunta sea siempre la misma.

Lo cierto es que si me preguntan porque soy lesbiana jamás se me ocurriría responder que porque no me gusta la poronga.